"El Buda dice que el dolor o sufrimiento surge por el deseo y que para liberarnos del
sufrimiento tenemos que cortar los lazos del deseo.
Todos los deseos son expresiones de la mente que busca la salvación o la realización
en las cosas externas y en el futuro como sustituto de la alegría de Ser. Mientras yo sea
mi mente, soy esos deseos, esas necesidades, carencias, apegos y aversiones, y fuera
de ellos no hay ‘yo’ excepto como una mera posibilidad, un potencial no logrado, una
semilla que todavía no ha brotado. En ese caso, incluso mi deseo de ser libre o
iluminado es sólo otro anhelo de realización o plenitud en el futuro. Así que no busque
llegar a ser libre del deseo o ‘lograr’ la iluminación. Vuélvase presente. Esté allí como
observador de la mente. En lugar de citar al Buda, sea el Buda, sea ‘el despierto’, que
es lo que la palabra buda significa."
Usted puede liberarse de su mente. Esa es la única liberación
verdadera. Usted puede dar el primer paso ahora mismo. Empiece por oír la voz de su
cabeza tan a menudo como pueda. Preste atención especial a cualquier patrón de
pensamiento repetitivo, esos viejos discos que han sonado en su cabeza quizá durante
años. Eso es a lo que llamo ‘observar al que piensa’, que es otra forma de decir:
escuche la voz de su cabeza, esté allí como si fuese un testigo.
Cuando usted escuche esta voz hágalo imparcialmente. Es decir, no juzgue. No juzgue
o condene lo que oye, porque hacerlo significaría que la misma voz ha vuelto a entrar
por la puerta trasera. Pronto empezará a darse cuenta de esto: está la voz y estoy yo
escuchándola, observándola. Esta comprensión del Yo soy, esta sensación de su
propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.
Así pues, cuando usted escucha un pensamiento, usted es consciente no sólo del
pensamiento, sino de usted mismo como testigo de él. Ha aparecido una nueva
dimensión de conciencia. Mientras oye al pensamiento usted siente una presencia
consciente -su ser más profundo- más allá o debajo del pensamiento, como quien dice.
El pensamiento entonces pierde su poder sobre usted y rápidamente se calma porque
usted ya no le da energía a la mente por medio de la identificación con ella. Este es el
comienzo del fin del pensamiento involuntario y compulsivo.
Cuando un pensamiento pierde fuerza, usted experimenta una discontinuidad en la
corriente mental, una brecha de ‘no mente’. Al principio las brechas serán cortas, unos
segundos tal vez, pero gradualmente se harán más largas. Cuando ocurren esas
rupturas usted experimenta cierta quietud y paz dentro de usted. Es el comienzo de su
estado natural de percepción de la unidad con el Ser, que generalmente está
oscurecida por la mente. Con la práctica, la sensación de quietud y paz se hará más
profunda. De hecho, esta profundidad no tiene fin. También sentirá una sutil emanación
de gozo que surge de lo profundo de su interior: el gozo de Ser.
No se trata de un estado de trance, en absoluto. Aquí no hay pérdida de conciencia, es
todo lo contrario. Si el precio de la paz fuera una disminución de su conciencia y el
precio de la quietud una falta de vitalidad y estado de alerta, no valdría la pena tenerlas.
En este estado de unión interior, usted está mucho más alerta, más despierto que en el
estado de identificación con la mente. Usted está completamente presente. También
aumenta la frecuencia de vibraciones del campo de energía que da vida al cuerpo
físico.
Según profundiza en este reino de la no-mente, como es llamado a veces en Oriente,
usted crea un estado de conciencia pura. En ese estado usted siente su propia
presencia con tal intensidad y gozo, que todo el pensamiento, todas las emociones, su
cuerpo físico, así como el mundo exterior, se vuelven relativamente insignificantes en
comparación con ello. Y sin embargo no es un estado egoísta sino un estado sin ego. Lo lleva a usted más allá de lo que antes consideraba ‘su propio ser’. Esta presencia es
esencialmente usted y al mismo tiempo inconcebiblemente mayor que usted. Lo que
trato de expresar aquí puede sonar paradójico o incluso contradictorio, pero no puedo
expresarlo de otra manera.
En lugar de ‘observar al que piensa’ usted puede crear también una brecha en la
corriente de la mente simplemente dirigiendo el foco de su atención hacia el Ahora. Vuélvase intensamente consciente del momento presente. Esto es algo profundamente
satisfactorio. De esa forma usted aparta la conciencia de la actividad de su mente y
crea una brecha de no-mente en la que usted está muy alerta y consciente, pero no
pensando. Esa es la esencia de la meditación.
En su vida diaria, usted puede practicar esto tomando una actividad rutinaria que
normalmente es sólo un medio para un fin y préstele su más completa atención, de
modo que se convierta en un fin en sí misma. Por ejemplo, cada vez que usted suba y
baje las escaleras en su casa o en su lugar de trabajo, ponga mucha atención a cada
paso, a cada movimiento, incluso a su respiración. Esté totalmente presente. O cuando
se lave las manos, preste atención a todas las percepciones sensoriales asociadas con
la actividad: el sonido y tacto del agua, el movimiento de sus manos, el aroma del jabón
y así sucesivamente. O cuando suba a su automóvil, después de cerrar la puerta haga
una pausa de unos segundos y observe al flujo de su respiración. Hágase consciente
de una sensación de presencia silenciosa pero poderosa, Hay cierto criterio por el que
puede medir su éxito en esta práctica: el grado de paz que siente interiormente.
Así pues el único paso vital en su camino hacia la iluminación es este: aprenda a dejar
de identificarse con su mente. Cada vez que usted crea una brecha en el fluir de la
mente, la luz de su conciencia se vuelve más fuerte.
Un día puede que se sorprenda a sí mismo sonriendo a la voz de su cabeza, como
sonreiría ante las travesuras de un niño. Esto significa que ya no se toma tan en serio el
contenido de su mente, puesto que el sentido de usted mismo no depende de él
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